Mientras el ánimo esté fortificado, la energía se encama con cualquier aparato y reproduce cuerpos enteros de letras, palabras más o menos seductoras que armonizan 10 minutos de algún lector incipiente. A la hora de dejar marcadas las teclas con el sudor y la creación meditada, el obrero está aliviado, convencido que mañana tendrá nueva magia, nuevos ritos ahí, listos para desterrar.
Lo que puede faltar es el dinero a montones, la calidez de grandes oradores ante los grupos y las multitudes, pero quién le niega al Sujeto la potencia de sus palabras leídas por decenas o miles o algún millón.
Su pasión no suele estar en el almanaque como la festividad más aclamada en los últimos tiempos, ni en los rankings de profesiones sencillas de atribuir buena vida.
A tal punto, que la habilidad podría asemejarse con la de un maestro panadero, repitiendo todos los días la misma rutina para lograr los mismos productos; uno pasa por afuera y siente el olor a cocción, la masa estirada y el calor de las cocinas, la harina desparramada en las mesas viejas de madera con visitas por la madrugada de algún insecto, pero conociendo por degustación que el pan y los derivados nunca salen igual todos los días.
Como el que roza con la vista alguna vez una redacción de un diario llega a pensar que siempre se escribe con las mismas teclas y un conjunto de palabras, logrando masas amorfas de palabreríos ordenados bajo cierta habilidad profesional.
Pero que en realidad nunca se repite: una idea contada con arco iris en su desarrollo, o en una historia posible que cada uno descifrará de acuerdo a sus días de lectura, o al bizcocho único que lo acompaña en su desayuno.
Diríamos entonces, que esto de escribir es una artesanía, un producto más en el mercado de la multitud de esencias para aromatizar el día, las dolencias de los carenciados de algo.
A la vez, si hablamos de oficio o talento, mezclamos algo de placer en el asunto.
Dejo para cerrar esta pregunta - respuesta entre José Playo (del blog de la revista Peinate que viene gente) y Hernán Casciari (escritor de blogs, novelas, y periodista):
PLAYO: ¿Cuánto placer te da escribir?
—El placer propio de no saber hacer otra cosa. A veces me confundo sobre la intensidad de ese placer, porque también es un poco vagancia. ¿Qué más puedo hacer, jugar al paddle? Me refugio en esto porque me gusta y porque no sé arreglar autos. (CASCIARI)
enero 2011
siesta. 26° de temp.