Dicese de un estado natural de todas las personas, que puede dominar en la hermosa infancia pero perdura en menor o mayor grado en las demás etapas de la vida. Algunos lo toman para el chascarrillo en una jornada como el Día de los inocentes: “que la inocencia te valga”, en ese 28 de diciembre en nuestro país.
La misma celebración, que por ejemplo en los Estados Unidos y Gran Bretaña se hace en otra fecha y se llama "April Fool's Day", o "Día de los Tontos", un nombre más acorde, y se celebra el 1 de abril.
En Alemania, Japón y Brasil también se festeja el 1 de abril, día en que -según Mark Twain- "recordamos lo que somos durante los otros 364 días del año".
Igual, yo quiero referirme al estado ciertamente más puro de las personas, aún de las que parecen menos indefensas, poco vulnerables, inalcanzables, con poder, con astucia.
Como también en aquellos seres más puros y queribles, que dimensionan su estado de inocencia en disimulo para muchos, pero que al notarse es un pueblo de armonía.
Allí en el espíritu de cada ser reside alguna porción de inocencia que puede emerger en cualquier momento de la vida. En algún trabajo que se te encarga, en preguntas totalmente inocentes, indebidas, en el cálculo de situaciones impredecibles. O en las frases crueles que expresan miseria, temor, inexperiencia pero dichas con esa simpática inocencia, que uno recibe con pocas opciones detractoras aunque no las acepte.
“En muchas ocasiones de la vida, la dosis de inocencia impregnada en mi sangre me ha servido de arma, en muchos otros momentos fue mi mayor debilidad.” (sic, quién lo habrá dicho)
Es que uno se siente en condiciones especiales cada día y entonces la inocencia le juega a favor o en contra. A veces uno cree demasiado en alguien por motivos certeros, en su jefe, en su compañero de cuarto, en su amigo, en su pareja, en un familiar, eternizando su confianza hasta descubrir lo desastroso que puede resultar un error de creencia.
La inocencia está en cada uno de nosotros, algunos priorizan ocultarla, otros se entusiasman con ella y otros, no sabemos que hacer con ella.
La inocencia de un niño, de algunos ancianos, la inocencia que creo ver a veces en los domingos, y en la gente que no tiene rutinas laborales de lunes a sábado.
En la pobreza, en los mendigos del centro que más que rareza, olor, miedo, presentan su inocencia, la forma no-clásica de pedir piedad a los pares.
Yo creo que soy inmensamente feliz cuando estoy con alguien que, de alguna manera, despliega su inocencia para mí.
A primera mano, estos temas me hacen recordar un poco cierta inocencia.
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