¿Qué en caso de querer broncearse un rato podía ir a la
siesta o a media mañana mientras la muchedumbre trabaja o enseña o estudia?. O
porqué no “darse” un bronceadito bien mañanero, tipo 8 de la matina?
Me parece que es un horario típico para un sujeto posmoderno
moldeado por algún efectivo marketinero.
Un local de ropa masculina informal donde entro un lunes
semiferiado, tiene los peores probadores que había pisado en los últimos años. Y
eso que soy flaco, porque la dimensión era tan ajustada que un rugbier se
quedaba abotonado. El piso tenia una alfombrita pero no había ni un banquito ni
una especie de “Puf” para dejar la ropa que
te sacabas. Eso sí, tuve algo de
esperanza al ver que el empleado se subía a una escalera para alcanzarme los
jeans que le pedí desde una altura aproximada de 5 metros.
Quizás la mejor opción había sido ir a descubrir el novedoso
local que había abierto hace un par de semanas, una cadena de electrónica/electrodomésticos
y música reconocida en todo el país. Y cómo no iba a estar en la encandilante
Villa María…
Yo supuse que iba a encontrar, a partir de mi extraña ficción
aventuresca en vías de psicoanalizar, mucha variedad de música, Cds nuevos y
viejos, alguna rareza que me diera ganas de comprar impulsivamente.
Resulta que tenían menos música que el DJ de Quinoto, el
boliche más concurrido de la vecina ciudad, que albergaba a los exiliados de Acá,
con noche “adiestradamente reducida”.