Tres discos. Una banda que tiene canciones con
amortiguadores para la cotidianidad, o para la insensatez de esperas sin rumbo.
O para admirar aves asentadas en “esta ciudad de niños jefe”.
¿Porqué “la religión de los arboles” es un disco para estar conectado con lo que pasa en Villa María y ver al futuro pequeño, antagónico
pero promisorio?
La popularidad, esa cualidad remendada y cosida vaya a saber
por quién y porqué, no los alcanza en la misma sintonía que otro grupo como los
Rayos Laser.- Aunque sean reconocidos en
Córdoba capital, en Rosario y han ganado concursos como uno organizado por la
Alianza Francesa y la revista Inrockuptibles allá por 2007- no tienen
esa etiqueta de banda del momento como “Los Laser”…
Vaya a saber porqué,
no lo intentemos saber con profundidad; lo dejemos sonar, que se aten los cabos
por ahí. ¿Será que lo estimulante debe estar asentado en los márgenes?
Reconozco, que las
primeras veces que los escuché en vivo no entendía las letras. O no las quería escuchar o estaba totalmente
ocupado en algún apuro en algún bar de mi ciudad. Después algunos amigos los
maltrataban los ninguneaban, y entonces me quedé con esa impresión.
Unos años después, un día me descargo “La religión de los
arboles” su tercer disco (del 2012). Y escuchando esas canciones hallé una
sintonía clara, vital, melancólica. Una movilidad poética, lo primero que me
revolvió el oído, y me adentré con un placer simple. Eso. Una cercanía con lo
que quisiera descifrar con mis escritos; cuestionamientos surrealistas a algo
que nos rodea en el barrio, en la ciudad, pero no sabemos bien qué sería: la conexión
ideal y enamoradiza con alguien? La salvación
de un bosque secreto, los miedos adolescentes que se estiran a la adultez?
No hace falta usar términos excesivos ni aprobados por la critica cultural para indicar
algo de lo que me pasa con esas canciones: me gustan porque me cuentan algo que
quiero escuchar en jóvenes artistas de mi ciudad con un tono y una poesía
musical apropiada a mis días.
Y hay inscripto un grado de existencialismo en las canciones
del últimos disco que también me conmueve, eso sí:
“quisiera ser un
huracán y arrasar esta ciudad/
Ser inmortal y sin
pensar/
Volver al mar, volver
al mar”
“Nosotros adoramos a
la lentitud/
Por eso nuestro Dios,
es ése Álamo”
Y tienen un registro de sus propios héroes, calculemos,
o de las figuras pop que alimentaron sus
tardes adolescentes: “El Poder de
Greiscol” (Benigno Lunar, 2007); Bruce Lee (La religión de los arboles, 2012).
Su discografía delata lo siguiente: Benigno Lunar (2007)
Astronauta (2009)
La religión
de los árboles (2012)