domingo, octubre 16, 2011

Crónica de una pasión reflotada




Las postales fotográficas de los medios de comunicación como las crónicas posteriores indican que había 30.000 hinchas de River en el estadio Mario A. Kempes, más otros de Instituto lo que alcanzaría a una cantidad aproximada de 60.000 almas viendo el espectáculo. Otra cuenta, menos númerica sería la de detallar lo que significó ese sábado 15 de octubre en los miles de hinchas que fuimos, muchos por primera vez en su vida, a ver al River en Córdoba, con el ingrediente particular de estar jugando en la B Nacional, la segunda categoría del fútbol argentino..


Nos convencimos de la vida que nos tocaba vivir con nuestro equipo del corazón viviendo los partidos, sintiendo que tras la crisis terminal de descender, nacíamos y nos aferrábamos a algo fuerte de nuevo


Las sensaciones de esa semana previa al partido fueron impresiones de felicidad y ansiedad, que serían algarabía inevitable el sábado cuando se presenciara el encuentro. Casi nunca había sentido esos deseos de verlo en una semana previa, salvo quizás, en algún superclásico contra los primos bosteros.

Me convencí que quería verlo, que podía asistir cuando un martes posterior a un feriado nacional, se pusieron en ventas las entradas en la ciudad, hecho histórico y único también. Y así por alguna suerte dando vuelta, un compañero de trabajo me pudo conseguir un par de tickets para ir a ver al millonario en su escala cordobesa, en el medio de la aventura de jugar en la categoría que no le calza bien, porque es un equipo inmenso, en categoría de jugadores, en historia, en hinchada, en pasión.

“En las buenas y en las malas mucho más”
La canción se escuchó en el bondi que nos llevó hasta el estadio y varias veces en las tribunas, con mucho furor de los cantantes. Y la composición que incluyé esta frase, se reforzó con los días y meses que nos tocó vivir desde el lamentable descenso que vivimos en el mundo River. Pero a pesar del dolor y la tristeza de aquella promoción que perdimos con Belgrano de Córdoba, nos reacomodamos como hinchas; nos enamoramos de nuevo de nuestro equipo, nos hicimos cómplices de los días por venir en la categoría inferior con 38 fechas eternas, creo que hasta sentimos más orgullo de ser simpatizantes o hinchas de River, y armamos fiestas populares en cada partido.


"Fiesta millonaria en el Kempes”; “la pasión en las buenas y en las malas”; “River copó Córdoba” entre otras descripciones se leyeron y vieron tras el encuentro. Y había sido asi, palpable de esa manera, en la multitud que vivimos esa tarde cordobesa del 15 de octubre de 2011, en el ex Chateau Carreras.


Era inevitable. Ese sábado todos los caminos conducían a nuestro River querido. Si hasta en el centro cordobés post partido, la gente “neutral” que parecía no haberse enterado demasiado del resultado te preguntaba ¿Cómo salió River? Y nunca mencionaban en el interrogante pasajero a la Gloria cordobesa, al local que se trasladó de cancha para darle cobijo al manantial de colores rojos y blancos millonarios, con mayor capacidad.

Y con el cansancio del viaje a Córdoba desde la Villa, la caminata hasta la Plaza San Martin para tomar los urbanos que nos llevaron hasta el ex Mundialista, ahora Copamericano Kempes, y el sol que pegó fuerte, más los empujones de la popular que nos agolpaba de felicidad e incomodidad, retuvimos en nuestras pupilas y en algún lugar profundo de la memoria esa tarde de fiesta riverplatense. Ritual de apoyo. Mitin de sentimientos puros al amor que toda la vida sigue estampado en algún órgano del cuerpo nuestro. Una comunión sencilla de solo ver a los colores en la cancha, a los jugadores que aún haciéndonos vivir un descenso pocos meses atrás eran valorizados en mayoría por ser parte de la historia que nos tocaba vivenciar.

Cánticos de euforia  y reapropiación del sentirse hermanos de un equipo que validaba su condición de gigante del país: con las derrotas a costa, las gastadas que pasamos, pero con la frente en alto tostándose al sol de la categoría que nos miraba asombrado.

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