domingo, octubre 05, 2008

notas de Adrienne


El siguiente texto fue escrito por Adrienne Kay, una joven norteamericana que vive hace 7 meses en Villa María, por medio de Fulbright trabajando como asistente de idiomas en la UNVM.
Ella quería expresar su percepción sobre conductas cotidianas en la ciudad, con lo cuál escribió una serie de notas sobre temas como los piropos, el Mate, los Bares-café, apodos, etc.


Piropos


“Hola princesa”
“Ay, mi amor”
“Qué hermosa/belleza/linda sos”
“Qué cosa linda”


Tirados de la esquina, cayendo desde la planta alta, lanzados desde el auto pasando por la calle; los piropos rodean a todas las argentinas. Ellas los reciben como si fueran un ruido más de la calle: las bocinas, las conversaciones, un pajarito, un taladro, una declaración de amor. Aunque ya llevo siete meses aquí en Villa María, todavía no he aprendido a ignorar este último rumor. Los comentarios cotidianos del viejo verde, del obrero sudoroso, del langa en la chata, de los adolescentes pícaros, destruyeron mi imagen idealista del amante argentino. Se dice en el extranjero que además de vino y soja, la tierra Argentina produce expertos en el arte de seducir.

Me quedé asombrada de que los supuestos “genios seductores” anden susurrando las mismas frases a varias mujeres día tras día. Esperaba algo mejor. ¿Qué se piensan? Que con un cumplido común, me subo a la chata como si ésta fuera un blanco corsel y nos fuéramos de la esquina enamorados? Después de observación cuidadosa y contemplación profunda, creo que finalmente entiendo el objetivo que persigue el piropo: no lo dicen para enamorar ni para atraer. La evidencia demuestra que solo aspiran a conseguir una mirada, una risa, un gestito sutil, cualquier indicación que la mujer lo escuchó.

La primera evidencia que les presento, mis astutos lectores, tiene que ver con la distancia física. Un pibe no le dice nada a la mujer que hace cola a su lado, pero sí a la mujer que pasa caminando enfrente. Dentro del mismo kiosco no, pero sí parado desde la puerta a la mujer que pasa. Desde un bus en movimiento se gritan todo, pero sentados en el mismo colectivo no se animan a decir nada. Desde la distancia más segura de varios pisos en construcción, nos vienen los piropos más elaborados. El piropo depende de la distancia física. La relación es directa: cuanto más lejos estén el piropeador y la mujer, hay menos probabilidad que se conozcan. Seguro que su piropo no va a resultar en ningún compromiso de hablar y conocer, el hombre lo dice sin pena y logra a llamar la atención.

También hay que considerar distancia simbólica creada por otros elementos. El hombre que fácilmente puede ser tu abuelo está protegido por distancia de edad. Grupos de chicos cuentan con distancia numérica, mimetizándose dentro del grupo. En el boliche, aunque hay un pastiche humano que no te deja mover, expande la distancia intangible con oscuridad, alcohol, y más que nada, la imposibilidad de mantener una conversación por sobre la música fuertísima. En todos los casos previamente mencionados, encontramos los piropos más audáces, mostrando otra vez que el piropo generalmente no busca una relación real.

Otra evidencia muestra un paralelo entre el hombre piropeando y un niño. Los dos buscan la atención de la mujer o la mamá. Empezarán de una manera sutil y tranquila, pero al no alcanzar su meta, se desesperan. Suben la voz, cada más alto hasta que consiguen lo que quieren. Los pirpopeadores inician con un calmado “Hola mamita, …” pero si la mujer no le hace caso, se vuelve a una suplicación: “¡Una mirada, una sonrisa por favor!” y luego, totalmente angustiados ruegan y gritan “…..¡¡¡ No me dejes así, mamita, POR FAVOR, míreme!!!” Como un niñito afligido, lo último que dice, después de que acaba la paciencia, revela el verdadero objetivo.


Ahora que entiendo que solo quieren mi sonrisa y no otra cosa, me encanta escuchar los piropos. En vez de la repugnancia que sentía antes, el piropo me anima. Ignoro los piropos normales o comunes, producen risita los piropos un poco más pensados, y recompenso los piropos únicos y brillantes girando con una sonrisa a full. Cuando regrese a los estados unidos, sé que la ausencia de un cierto ruido callejero me hará recordar Argentina.

Adrienne Kay

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